lunes, diciembre 04, 2006

IPCC: 2007. Cambio Climático. Dos entradas operativas.

INTERGOVERNMENTAL PANEL ON CLIMATE CHANGE (IPCC)

Climate Change 2007: The Physical Science Basis

Summary for Policymakers

Contribution of Working Group I to the Fourth Assessment Report of theIntergovernmental Panel on Climate Change

This Summary for Policymakers was formally approved at the 10th Sessionof Working Group I of the IPCC, Paris, February 2007.
1) Cambio Climático 2007: Resumen para Líderes Políticos (Policymakers). IPPC.
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2) Nota-guía para acotar la incertidumbre. IPCC. 2007
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EL IMPACTO DE CHINA EN AMÉRICA LATINA:

ZHONG GUO en América LA ¿OPORTUNIDAD O AMENAZA?
www.institutoelcano.org
ARI Nº 119/2006 -- Análisis
Diego Sánchez Ancochea ( 21/11/2006 )


Tema: Análisis del impacto que la creciente presencia de China en la economía mundial puede tener sobre América Latina, con particular atención al comercio y la inversión.

Resumen: En los últimos años, un número creciente de observadores han destacado el impacto positivo que China puede tener en el desarrollo económico de América Latina. El altísimo crecimiento económico del país asiático ha motivado un aumento notable de su demanda de materias primas y energía, contribuyendo a aumentar las exportaciones y mejorar la relación de intercambio de Argentina, Brasil y otros países de la región. China ha expandido de forma paralela su volumen de inversión extranjera y busca nuevos aliados en América Latina. No obstante, este documento demuestra que el impacto de China es complejo y no siempre positivo. China compite con diversos países de la región en el mercado de EEUU y de otros países desarrollados y atrae una cantidad creciente de inversión extranjera. América Latina corre el riesgo, además, de quedarse anclada en una especialización tradicional en bienes primarios, con pocas posibilidades de adquirir nueva tecnología y diversificar su canasta exportadora.

Análisis: En los últimos quince años China se ha convertido en el nuevo milagro asiático y en una de las fuerzas motrices del desarrollo mundial. En el período 1990-2005 China creció a una tasa media anual del 10,1% (en dólares de 2000), gracias a lo cual su participación en la producción mundial pasó del 1,9% en 1990 al 5,2% al final del período. Este éxito económico ha estado fundamentado, en buena medida, en la expansión de las exportaciones. Entre 1990 y 2005, las exportaciones chinas crecieron a una tasa media anual del 17,1% (en dólares de 2000), conquistando nuevos mercados de forma muy rápida. Su entrada en la Organización Mundial de Comercio (OMC) en el año 2001 y la eliminación de esquemas proteccionistas como el acuerdo multifibras han contribuido a acelerar esta tendencia expansiva todavía más.

El alto crecimiento económico de China y la producción masiva de nuevas manufacturas han tenido una enorme influencia en la evolución de los mercados mundiales de materias primas y energía. Según diversos estudios, el crecimiento del país asiático ha sido la principal causa del aumento de la demanda de materias primas en los últimos años. Entre los años 2000 y 2004, la participación de las importaciones chinas en el total mundial aumentó del 11% al 17% en el caso del cobre, del 7% al 9% en el caso del hierro y el acero, del 3% al 9% en el caso del zinc y del 5% al 8% en el caso del estaño. Consume, además, alrededor del 8% del petróleo producido y ha sido responsable de casi un tercio del aumento de su demanda en los últimos años.

Dada la necesidad creciente de materias primas que tiene China y su abundancia en diversos países de América Latina, no es de extrañar que se haya producido un estrechamiento de las relaciones entre ambas partes. China se ha convertido en uno de los principales socios comerciales de países como Perú, Chile y Brasil y ha empezado a establecer alianzas estratégicas con diversos países de la región. Durante los años 2004 y 2005, China firmó cerca de cien acuerdos y compromisos públicos con diversos países sudamericanos, incluyendo el acuerdo de libre comercio con Chile en noviembre de 2005. China se ha convertido también en uno de los principales aliados de Brasil dentro de la negociación de la Ronda Uruguay de la OMC.

Aunque el estrechamiento de las relaciones políticas entre China y los principales países de América Latina es importante, los intercambios de carácter económico lo son más. Este documento se concentra, en particular, en el impacto de China en el comercio y la inversión extranjera directa de América Latina, para acabar refiriéndose brevemente al papel del país asiático como modelo de desarrollo en las conclusiones.
El impacto comercial de China

La evolución de las exportaciones latinoamericanas a China de 1990 a 2005, así como las de Mercosur, indica que las exportaciones de la región han pasado de 875 millones de dólares en 1990 a más de 13.000 millones en 2004. En términos relativos, las exportaciones a China se han multiplicado por más de cuatro y representaban un 3,1% de las exportaciones totales en 2004. ( América Latina y Mercosur: exportaciones a China, valores absolutos en dólares y porcentaje del total, 1990-2004 .Fuente:CEPAL)

La referencia señala claramente que los países del Mercosur han sido los verdaderos responsables de esta acelerada expansión. En 2004, las exportaciones a China superaban los 8.000 millones de dólares y representaban ya un 6,1% de las exportaciones totales de Mercosur. En el caso de Brasil, por ejemplo, las exportaciones a China aumentaron de 382 millones de dólares en 1990 a 6.830 millones de dólares en 2005. Argentina y Chile experimentaron aumentos similares, pasando de 241 millones y 34 millones de dólares en 1990 a 3.100 millones y 3.200 millones en 2004, respectivamente. China se ha convertido así en uno de los principales socios comerciales no sólo de los países de Mercosur sino también de otros países sudamericanos. Es el segundo socio comercial más importante de Perú, el tercero de Chile y Brasil y el cuarto de Argentina y Uruguay.

La contribución positiva de China a la balanza comercial de los países de América Latina y el Caribe, sin embargo, no debe exagerarse, ya que presenta tres amenazas importantes:
[1]
(1) Las exportaciones chinas a América Latina han crecido también de forma muy rápida, por lo que el déficit con aquel país se ha ensanchado considerablemente. Si nos concentramos en el conjunto de la región, las exportaciones chinas han pasado de 592 millones de dólares (0,6% del total importado) a 26.200 millones de dólares (6,7%) en 2004, lo que supone un crecimiento medio anual del 31,1%. Como resultado de ello, la balanza comercial entre ambas partes ha empeorado considerablemente, pasando de un pequeño superávit de 283 millones a un déficit de 12.500 millones de dólares en el mismo período. Aunque la situación es especialmente negativa para México y Centroamérica, también Mercosur tiene un déficit comercial con la potencia asiática. Si bien el aumento de las exportaciones chinas ha beneficiado a los consumidores latinoamericanos, todos los productores manufactureros se han visto gravemente afectados por el imparable crecimiento de la competencia china.
(2) Las relaciones con China han contribuido a reforzar la inserción tradicional de América Latina, y en particular de los países andinos y del Cono Sur en la economía mundial. El comercio entre ambos socios está basado casi de forma exclusiva en el intercambio de materias primas por manufacturas. En el año 2004, por ejemplo, un 83% de las exportaciones latinoamericanas a China eran de productos primarios o bienes industrializados basados en recursos naturales; en cambio, el 89% de los bienes importados desde el gigante asiático eran bienes manufacturados no basados en recursos naturales. Aunque existen algunas excepciones a este patrón tradicional, se trata de países que exportan relativamente poco a China. Más del 50% de las exportaciones de México y Costa Rica son de manufacturas con contenido tecnológico medio y alto; pero aún en este caso, ambos países importan mucho más que exportan y tienen déficit comerciales altos con China.
(3) El impacto de la expansión externa de China ha tenido una repercusión particularmente negativa en los países de la Cuenca del Caribe. La combinación de alta productividad relativa y bajos salarios reales hace que China esté desplazando a los países de Centroamérica y el Caribe en sectores intensivos en mano de obra como los textiles. Aunque la cercanía al mercado norteamericano y el acceso preferencial son todavía ventajas importantes, todos los países de Centroamérica han sufrido una caída en su participación en el mercado estadounidense. Así, mientras que la participación de China en el total de importaciones de bienes de EEUU ha pasado del 9,0% en 2001 al 14,6% en 2005, la de Costa Rica ha caído del 0,25% al 0,20%, la de la República Dominicana del 0,37% al 0,28% y la de El Salvador del 0,16% al 0,12%. México, que es el país con una estructura exportadora más parecida a la de China en América Latina, también ha sufrido una caída en su participación en el mercado norteamericano.
China y la inversión extranjera directa
A medida que China ha ido aumentando su capacidad económica y su participación en la economía mundial, ha ido expandiendo sus proyectos de inversión extranjera directa (IED). De acuerdo con cifras oficiales, entre los años 2001 y 2005, China invirtió más de 50.000 millones de dólares en el resto del mundo a través de más de 10.000 empresas distintas. Aunque Asia fue la región que más inversión china recibió, América Latina también se ha visto beneficiada. En el año 2005, por ejemplo, el país asiático invirtió 659 millones de dólares en la región, lo que supuso un 16% de la inversión china en el exterior. En el año 2006, la IED en América Latina se está expandiendo de forma considerable: sólo en los primeros tres meses ya alcanzó los 930 millones de dólares (un 35% de la inversión extranjera china total). Esta expansión de las IED responde en parte a la estrategia anunciada por el presidente Hu en su visita a diversos países de América del Sur en el año 2004. En aquel momento China anunció proyectos de inversión por un total de 100.000 millones de dólares antes del año 2015, con la mayor parte de los planes concentrados en Argentina, Brasil, Chile, Colombia y Venezuela.

Los proyectos de inversión ejecutados por China en la región se han concentrado en las materias primas, incluyendo el cobre, el petróleo y el hierro, y en el sector transporte. Aunque es difícil conseguir datos completos sobre los planes en los diversos países, hay indicaciones de que un número elevado de ellos han sido nuevas inversiones (greenfield investment) a través de alianzas estratégicas y otros acuerdos de colaboración apoyados por los diversos Gobiernos. En Venezuela, por ejemplo, China ha invertido más de 400 millones de dólares en la infraestructura de 15 pozos petrolíferos, así como en la producción de gas y en la mejora del sistema ferroviario y de refinería. En el caso brasileño, empresas públicas chinas han empezado a trabajar con Petrobrás para expandir la producción de petróleo, mejorar la infraestructura y construir un gasoducto. En otros países como Argentina y Bolivia los planes de inversión también se concentran en infraestructuras y producción minera.

No cabe duda de que estas inversiones pueden aportar recursos imprescindibles para expandir la oferta de materias primas, reducir los costes de transporte y mejorar la calidad de las infraestructuras. El interés chino por participar en proyectos de inversión en sectores estratégicos ha fortalecido, además, la posición de los Gobiernos sudamericanos en sus negociaciones con las empresas multinacionales. No obstante, el impacto de China en esta área es todavía poco significativo en términos cuantitativos. De acuerdo con datos de la CEPAL, América Latina recibió 68.000 millones de dólares en IED en el año 2005, de los cuales un 40% provino de los EEUU y menos del 1% de China. Al contrario que la inversión china, los capitales estadounidenses (y también europeos) se encuentran en un número muy amplio de sectores, incluyendo no sólo los recursos naturales sino también los servicios y las manufacturas con diverso contenido tecnológico. Aunque el peso de China en el total de las inversiones puede aumentar en los próximos años, muchos de los proyectos anunciados por el presidente Hu en el año 2004 todavía no se han materializado. En el caso argentino, por ejemplo, a finales de 2005 no se había puesto en marcha ninguna de las inversiones previstas, cuya cuantía total debía llegar a los 20.000 millones de dólares en diez años. El Gobierno chino tampoco ha mostrado ningún interés en establecer la alianza estratégica con Venezuela de la que Hugo Chávez ha hablado en repetidas ocasiones, prefiriendo mantener una relación comercial más discreta para no preocupar a los EEUU.

Además, con respecto a las inversiones directas, China también se ha convertido en competidor por recursos provenientes de los países desarrollados. El alto crecimiento de China y su éxito como productor de manufacturas y plataforma de exportación puede hacer que algunas empresas prefieran invertir allí que hacerlo en América Latina. La evidencia empírica sobre este proceso de “desvío de inversiones” es todavía contradictoria. Así, un estudio realizado por Chantasasawat y otros en el año 2005 encontró que el impacto de China sobre la inversión en dieciséis países latinoamericanos en el período 1985-2002 fue mínimo. Por el contrario, un documento de trabajo del Banco de España muestra que, si bien para el período largo 1984-2001 el efecto de China no fue negativo, sí lo fue a partir de 1995. De acuerdo con este segundo estudio, en el período 1995-2001, México y Colombia fueron especialmente perjudicados por el desvío de inversiones. Este resultado coincide con el de Dussel Peters, que encuentra que el éxito chino ha ocasionado una reducción en la IED en el sector electrónico mexicano.
[2]

China y el papel de España en América Latina
Mientras que el impacto de la presencia china en América Latina en las relaciones de ésta con EEUU ha recibido bastante atención, su efecto en el papel de España en la región ha sido mucho menos estudiado. Como es bien sabido, la región ha jugado un papel clave en la política exterior de España, que ha tratado de convertirse en su puente con la Unión Europea. América del Sur fue protagonista de la expansión internacional de las empresas españolas durante los años noventa, de forma que en el año 1999 España se convirtió en el primer inversor en el subcontinente.

La creciente influencia de China en América Latina puede contribuir a disminuir la influencia del Gobierno español en algunos países. Así, por ejemplo, tras la crisis provocada por el cambio en la regulación de los hidrocarburos, el Gobierno de Bolivia ha tratado de convertir a China en su nuevo aliado. El presidente Evo Morales ha solicitado al Gobierno de ese país que aumente su inversión y la empresa Shengli International Petroleum Development Company ha anunciado su interés en invertir 1.500 millones de dólares en el sector del gas. Otros Gobiernos como el de Hugo Chávez en Venezuela han tratado de estrechar también sus relaciones con China, manteniendo una comunicación cordial pero más distante con el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.

El efecto sobre las empresas españolas puede resultar más significativo. El crecimiento de la inversión china en el sector energético y en las infraestructuras aumenta el poder de los Gobiernos locales en las negociaciones con las empresas extranjeras, incluyendo las españolas. De esa forma, las compañías públicas chinas se han convertido en nuevas competidoras y han contribuido a complicar las relaciones entre los Gobiernos sudamericanos y algunas empresas españolas. Es importante reconocer, en todo caso, que, a pesar de la amenaza china, las compañías de nuestro país siguen teniendo una presencia importante en la región. El caso de Repsol es particularmente significativo dado que, pese a sus problemas recientes, sigue apostando por su expansión en los países andinos y del Cono Sur. Según los planes anunciados por la compañía hace pocos meses, Repsol tiene planeado invertir 8.000 millones de dólares en Argentina, Brasil y Bolivia antes de 2009, una cantidad considerable cuando se compara con la participación china. Más aun, ni los bancos españoles ni Telefónica se han visto todavía afectados por la presencia china dada la concentración del país asiático en los recursos naturales.

Conclusiones: En los últimos años, China se ha convertido en una de las grandes potencias mundiales y en uno de los actores más importantes para entender la evolución de la economía internacional. El país asiático no sólo es el mayor ensamblador de productos manufacturados y un mercado en continua expansión, sino que también juega un papel central en el mantenimiento de los equilibrios financieros globales. Si decide, por ejemplo, disminuir de forma significativa sus reservas en dólares, la desestabilización de la economía mundial sería inmediata.

Como resultado de su participación creciente en la economía global, China tiene también una influencia cada vez mayor en diversas regiones del mundo, incluyendo a América Latina. El incremento de su demanda de recursos naturales ha contribuido al crecimiento reciente en el precio de muchos de ellos, con efectos muy positivos sobre la relación de intercambio de los países andinos y del Cono Sur. El aumento de las exportaciones ha contribuido a una nueva bonanza económica en América Latina, resultando en un incremento del producto interior bruto real del 4,5% en 2005. El nuevo interés chino por invertir en la región para mejorar su capacidad productiva de bienes primarios y la calidad de sus infraestructuras ha generado nuevos recursos y nuevas oportunidades para Brasil, Argentina, Venezuela y otros países latinoamericanos.

El crecimiento de China, sin embargo, también presenta riesgos y amenazas importantes para América Latina. La venta de manufacturas chinas en todos los países del subcontinente se ha multiplicado de forma exponencial, poniendo en cuestión la supervivencia de un gran número de pequeñas y medianas empresas. La expansión de esas mismas manufacturas en EEUU ha desplazado a los exportadores de México, Centroamérica y el Caribe de su mercado más importante. Aunque los países al Sur de Panamá no se han visto tan afectados por esta tendencia, se enfrentan a otra amenaza también grave: quedarse estancados en una especialización primaria exportadora poco dinámica.

Calcular el balance final de todos estos efectos resulta por ahora complicado, más aun teniendo en cuenta el carácter dinámico de muchos de ellos. Además, este análisis no ha incorporado un último elemento que, como ha indicado Javier Santiso en algunos de sus trabajos, debe ser estudiado de forma detallada: el efecto aprendizaje de la experiencia china.
[3] El éxito chino aquí descrito no ha sido un accidente, sino el resultado de un esfuerzo pragmático por lograr el balance más adecuado entre los incentivos del mercado y la intervención estatal. Se ha tratado de un modelo que ha huido de recetas simples, incorporando, en su lugar, reformas selectivas como respuesta a condiciones internas y externas cambiantes. Ésta puede ser la gran enseñanza para América Latina en un momento en el que muchos de sus miembros están buscando nuevos paradigmas para lograr el desarrollo económico sostenido.

Diego Sánchez Ancochea
Profesor titular de Economía de América Latina, Universidad de Londres
Notas:
[1]Para un análisis preliminar de algunos de estos efectos véase R. Jenkins y E. Dussel Peters. “The Impact of China on Latin America and the Caribbean”, 2006, mimeografiado.
[2] B. Chantasasawat et al., “FDI Flows to Latin America, East and Southeast Asia and China: Substitutes or Complements?”, UCSC Working Paper, nº 595, 2005; A. García-Herrero y D. Santabárbara, “Does China Have an Impact on Foreign Investment to Latin America?”, Documento de Trabajo del Banco de España, nº 0517, 2005; E. Dussel Peters, Economic Opportunities and Challenges Posed by China for Mexico and Central America, DIE/GDI, Bonn, 2005.
[3]Véase, por ejemplo, J. Santiso, “La emergencia de China y su impacto en América latina”, Política Exterior, 19 (107), 2005, pp. 97-112, y J. Santiso y otros, “Angel or Devil? China’s Trade Impact on Latin American Emerging Markets”, OECD Development Centre Working Paper, nº 252, 2006.

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Política Pública en China.

CHINA 2006-2010: ¿HACIA UNA NUEVA PAUTA DE DESARROLLO? (ARI)
ARI Nº 127/2005 -- Análisis
Pablo Bustelo ( 26/10/2005 )
www.realinstitutoelcano.org

Tema: El Partido Comunista Chino acaba de aprobar el proyecto del 11º Plan Quinquenal (2006-2010), que será refrendado por la Asamblea Popular Nacional en marzo próximo. El proyecto incluye novedades importantes y podría anunciar el primer intento serio de las autoridades por cambiar sustancialmente la pauta de desarrollo económico que China ha seguido hasta ahora.
Resumen: El proyecto de 11º Plan Quinquenal de China, aprobado recientemente por el Comité Central del Partido Comunista Chino, incluye novedades importantes. Este análisis intenta situar el plan en su contexto. Aborda, en primer lugar, las prioridades económicas de la “cuarta generación” de líderes chinos, que llegó al poder en 2003. En segundo término, expone las líneas maestras del proyecto de Plan Quinquenal. Finalmente, aborda brevemente, a la vista de las prioridades enunciadas en el Plan, los principales problemas económicos de China.
Análisis: Entre los días 8 y 11 de octubre se reunió en Pekín la 5ª Sesión Plenaria del 16º Comité Central del Partido Comunista Chino (PCC) para discutir y aprobar el proyecto del 11º Plan Quinquenal (2006-2010), que se presentará a la Asamblea Popular Nacional en la próxima primavera.
Como es bien sabido, los planes quinquenales han tenido una importancia decreciente en la economía china, que se ha hecho cada vez más compleja y más dependiente de los mecanismos del mercado, y han dejado de ser determinantes de su evolución. Por ejemplo, el 10º Plan Quinquenal (2001-2005) preveía un crecimiento anual medio del PIB del 7% y unos objetivos determinados de aumento de la producción de carbón y de electricidad. En realidad, según estimaciones preliminares de la Oficina Nacional de Estadísticas, el crecimiento anual ha sido del 8,8% y los objetivos de aumento de la producción de carbón y de incremento de la generación de electricidad se han visto superados en un 100% y en un 20%, respectivamente.
Con todo, los planes quinquenales continúan siendo influyentes en un país en el que el Estado sigue controlando el sistema financiero y varios sectores industriales importantes (como la siderurgia y la energía, entre otros). Además, representan una fuente privilegiada de información sobre la habitualmente opaca política económica, al incluir una lista de los problemas principales del país y una enumeración de las prioridades gubernamentales.
Por añadidura, entre el año 2000, cuando se discutió el 10º Plan Quinquenal, y la actualidad, China ha aumentado mucho su influencia en la economía mundial, de manera que cualquier factor que afecte singularmente a su desarrollo tiene ya una notable repercusión internacional. A título de ejemplo, baste señalar que en 2000 China suponía el 3,4% del producto bruto mundial medido en dólares corrientes, el 11,6% del producto mundial en paridad de poder adquisitivo (PPA), el 6,6% del consumo de petróleo y el 3,9% de las exportaciones mundiales de mercancías. En 2004 China representó el 4,2% del producto mundial (13,2% en PPA), el 8,3% del consumo mundial de petróleo y el 6,5% de las exportaciones de mercancías. China ocupa hoy la sexta posición mundial en PIB (y la segunda en PIB en paridad de poder adquisitivo), la segunda en consumo de petróleo y la tercera en comercio exterior. El impacto comercial de China es cada vez mayor y ha adquirido una dimensión muy notable. Con datos previstos para 2005 y con arreglo a las estadísticas manejadas en la reunión mencionada del Comité Central del PCC, el volumen de comercio exterior (suma de exportaciones e importaciones) de China ha aumentado de 474.300 millones de dólares en 2000 a 1,38 billones en 2005, esto es, se ha triplicado en apenas cinco años.
Finalmente, el próximo Plan Quinquenal es importante porque será el primer Plan de la llamada “cuarta generación” de líderes chinos, esto es, de los dirigentes que, encabezados por el presidente Hu Jintao y el primer ministro Wen Jiabao, se hicieron con las riendas del Partido en 2002, del Gobierno en 2003 y del Ejército en 2004. Los hoy máximos dirigentes llegaron al poder prometiendo que harían todo lo posible por alcanzar hacia 2020 una sociedad moderadamente próspera para la inmensa mayoría de la población (xiaokang shehui), por reducir la desigualdad en la distribución personal y territorial de la renta y por acabar con la corrupción en el Partido y en el Estado.

Las prioridades económicas de la “cuarta generación”
En asuntos estrictamente económicos, las prioridades enunciadas por los máximos dirigentes chinos en los últimos dos años pueden enunciarse como sigue:
• Prioridad a la gente (yiren weiben) en vez de a los resultados cuantitativos de producción. En la práctica, tal cosa significa ayudar a quienes han sacado menos provecho del “milagro económico” chino: los campesinos pobres, los trabajadores migrantes y los empleados despedidos de las empresas estatales. El objetivo de esa prioridad es crear una “sociedad armoniosa” (hexie shehui).
• Un nuevo concepto de desarrollo, de carácter “científico”. El concepto “científico” de desarrollo (kexue fazhan guan) consiste, según reiteró recientemente el presidente Hu, en la reunión del G20 celebrada en Pekín el 15 de octubre, en promover una industrialización basada en la demanda interna, el aumento de la productividad, el progreso técnico y científico, la reducción en el consumo de recursos y una menor contaminación.
• Un nuevo modelo de desarrollo, que pase de extensivo (aumento de los factores de producción) a intensivo (crecimiento de la productividad), de estar dirigido por las exportaciones a estar basado en el mercado interior y de sustentarse en la inversión directa extranjera a depender, en primera instancia, de la iniciativa de empresas nacionales.
En octubre de 2003 la 3ª Sesión Plenaria del 16º Comité Central del PCC insistió en la idea del “concepto científico del desarrollo”, fundamentado en el respeto de los “cinco equilibrios” o las “cinco proporciones” (wuge tongchou): entre el desarrollo interno y la apertura a la economía mundial, entre las áreas geográficas del interior y las regiones costeras, entre la economía rural y la economía urbana, entre la sociedad y la economía y entre la naturaleza y los seres humanos.
Contenido del proyecto
El proyecto del 11º Plan Quinquenal (oficialmente denominado Programa para el Desarrollo Económico y Social Nacional) insiste en que China debe mantener un crecimiento “rápido y estable”. Sin embargo, abandona el énfasis en el crecimiento elevado de los Planes anteriores y hace hincapié en el desarrollo sostenible, tanto desde el punto de vista social como medioambiental. Prevé una mejora de los servicios sociales para hacer frente al aumento de la desigualdad que se ha registrado en los últimos años y que puede ser una amenaza grave para la estabilidad social e incluso política del país. Además, insiste en la necesidad de evitar el agotamiento rápido de los recursos energéticos y del agua, así como en la voluntad de luchar con más eficacia contra la contaminación del medio ambiente.
El proyecto pretende “acelerar la transformación de la pauta de crecimiento económico” para conseguir un desarrollo generalizado, armonioso y sostenible. Hasta ahora el desarrollo ha sido desigual o desproporcionado, al haber beneficiado principalmente a las regiones costeras frente a las interiores y al haberse basado fundamentalmente en la inversión y en la exportaciones, en detrimento del consumo interno. Aunque el conjunto de la sociedad china se ha beneficiado de la reforma económica, el modelo de desarrollo ha tenido también un alto coste social, en términos de aumento pronunciado de la desigualdad interpersonal de la renta. Sus efectos medioambientales han sido particularmente perniciosos.
Además de las miras generales de reducir la pobreza y aumentar el gasto público en sanidad y educación, el proyecto contiene también objetivos más concretos: la intención de duplicar en 2010 el PIB de 2004 y el PIB per cápita de 2000, la voluntad de reducir en un 20% el consumo de energía primaria por unidad de PIB entre 2005 y 2010 y el deseo de promover empresas nacionales que dispongan de sus propias marcas y de propiedad intelectual local.
El proyecto como síntoma
La pretensión de alcanzar un desarrollo más sostenible, desde el punto tanto social como medioambiental, refleja la honda preocupación de los gobernantes chinos ante una evolución que no es del todo satisfactoria (en cuanto a la pobreza) o que es claramente negativa (en cuanto a la desigualdad y al impacto medioambiental del desarrollo).
Es bien sabido que la pobreza en China ha disminuido de manera muy importante en el último cuarto de siglo, gracias a los efectos positivos de la reforma económica. Según datos del Banco Mundial, el número de personas pobres (con unos ingresos diarios inferiores a un dólar en PPA) habría pasado de 490 millones en 1981 (49% de la población total) a 88 millones en 2003 (7% de la población total). Utilizando criterios algo distintos (un umbral de 1,08 dólares en PPA para el consumo diario), los datos son bastante diferentes, aunque reflejan también un descenso sustancial de la pobreza: 634 millones en 1981 (64%) y 173 millones en 2003 (13%). Los datos oficiales del gobierno chino son, como es conocido, muy inferiores: 200 millones en 1981 (20%) y 52 millones en 2003 (4%).
En cualquier caso, a pesar de los exitosos resultados, la pobreza sigue afectando a varias decenas de millones de personas. Además, las diferentes estimaciones coinciden todas en que desde mediados de los años noventa la pobreza rural ha seguido disminuyendo pero que la urbana ha aumentado sustancialmente. En 2003, según los datos oficiales, había 23 millones de habitantes urbanos en condiciones de pobreza, lo que representa más del 4% de la población de las ciudades. En 1999 eran 11 millones (2,5%).
En cuanto a la desigualdad, la evolución es claramente negativa. El cociente 20/20 (entre la parte de la renta nacional del 20% más rico de los hogares y la parte del 20% más pobre) ha aumentado de 6,5 en 1990 a 10,6 en 2001, según datos del Banco Mundial. China es la sociedad más desigual de Asia: el cociente es de aproximadamente 5 en India o Indonesia y es inferior a 10 en Filipinas, hasta hace poco considerada la economía asiática más parecida a las latinoamericanas. Esa evolución negativa se confirma con los datos disponibles del coeficiente de Gini o del cociente 10/10. Por ejemplo, entre 1990 y 2001 la parte de la renta nacional del 10% más rico de los hogares ha pasado del 24,6% al 33,1%.
Existen, como es natural, otras dimensiones de la desigualdad, además de la de ingreso de los hogares. Por ejemplo, en 1990 la renta media en las ciudades era 2,2 veces más alta que la del campo. En 2002 ese cociente había pasado a 3,1. Entre 1981 y 2001 el cociente entre la renta por habitante de la región oriental y la renta per cápita de la región central ha aumentado de 1,2 a 1,5.
En cuanto al coste medioambiental de la industrialización acelerada, todos los estudios coinciden en que ha sido elevado. Desertización, degradación del suelo, contaminación de los ríos, de los mares y del aire, emisión de gases de invernadero y pérdida de biodiversidad, entre otros, han sido los efectos de una industrialización muy rápida y poco respetuosa con el medio ambiente en la costa y de la persistente pobreza, pese a las mejoras, en el interior. Por ejemplo, la contaminación de ríos y lagos es extremadamente grave, especialmente en el norte del país, y hace que al menos 60 millones de personas tengan dificultades para disponer de suficiente agua potable. En cuanto a la calidad del aire, 16 de las 20 (y cinco de las 10) ciudades más contaminadas del mundo son chinas. China es el segundo emisor mundial de dióxido de carbono (aunque sus emisiones por habitante son todavía bajas) y el primero de clorofluorocarbonos y de dióxido de sulfuro por superficie habitada. El crecimiento previsto del parque de automóviles, que podría pasar de 20 millones en 2004 a 60 millones en 2010 y a 90 millones en 2015, agravará sin duda la contaminación del aire en las grandes ciudades. El uso masivo de carbón de baja calidad y alto contenido en sulfuro es también causante de lluvia ácida, fenómeno que afecta al 30% del territorio y que además desborda ampliamente las fronteras del país. La erosión del suelo, provocada en buena medida por la deforestación, contribuye a agravar los efectos de las inundaciones.
Por otra parte, el “nuevo modelo de desarrollo” pretende superar la etapa de crecimiento extensivo, dirigido por las exportaciones y basado en la inversión directa extranjera e iniciar otra de crecimiento intensivo, basado en la demanda interna y con empresas nacionales. Hasta ahora, y especialmente en los últimos años, el crecimiento del PIB ha dependido mucho de la incorporación de factores de producción (capital y trabajo) y poco del progreso técnico. Por ejemplo, la tasa de inversión ha aumentado del 36% en 2000 al 47% en 2004, sustentándose en una tasa de ahorro que ha pasado del 38% al 50%. La inversión es particularmente ineficiente. Japón y Corea del Sur registraron tasas de crecimiento del PIB del 10% en los años sesenta y setenta, respectivamente, esto es, similares a la de China en el último decenio, pero con tasas de inversión sustancialmente menores (del 30%-35%).
La orientación exportadora de la producción ha crecido mucho y ha alcanzado un nivel excesivo. El cociente entre las exportaciones de mercancías y el PIB ha pasado del 22% en 1994 al 44% en 2004. Esa proporción es altísima, especialmente para un país del tamaño de China, y deberá ser reducida en los próximos años. Para incrementar la parte del consumo interno en el PIB, lo que además reduciría las fricciones comerciales con EEUU o la UE, el gobierno debe aumentar la seguridad social de la población urbana, la renta de la población rural (incluyendo los trabajadores migrantes) y el gasto público en educación y sanidad en detrimento de las inversiones en infraestructuras, así como reducir la desigualdad de rentas.
El peso de las empresas extranjeras en la economía ha crecido mucho. En 2004 las empresas con participación extranjera realizaron nada menos que el 57% de las exportaciones totales, proporción que era de una tercera parte a mediados de los años noventa.
Finalmente, hay que mencionar la presión sobre los recursos. China consume mucha energía por unidad de PIB. En 2003 China necesitaba 832 toneladas de equivalente de petróleo (tep) para producir un millón de dólares de PIB (en dólares corrientes), esto es, cuatro veces más que EEUU (209 tep), seis veces más que Alemania (138 tep) y siete veces más que Japón (118 tep). Además, la intensidad energética, que había caído hasta finales de los años noventa, se ha estabilizado en los primeros años 2000. En otro orden de cosas, la escasez de agua potable, especialmente al norte del río Yangtsé, es alarmante.
Conclusiones: El proyecto del 11º Plan Quinquenal insiste, por vez primera, en la dimensión social del crecimiento económico, con miras a la creación de una “sociedad armoniosa”, y en la voluntad de proteger el medio ambiente y de preservar los recursos, en aras de un desarrollo sostenible. También incluye el deseo, por parte de los gobernantes de la “cuarta generación”, de alterar sustancialmente el modelo de desarrollo vigente hoy en China en otros aspectos, que permitan una evolución más proporcionada entre regiones costeras e interiores y entre exportaciones y mercado interno.
Con todo, incrementar el gasto público en sanidad, educación, pensiones, subsidios agrícolas y protección del medio ambiente exigirá seguramente un aumento de los impuestos en las ciudades, lo que parece poco probable, al menos por el momento, por el temor de las autoridades de que tal cosa frene el crecimiento industrial. De ahí que los analistas se pregunten cómo va el gobierno a financiar los gastos sociales y de protección medioambiental.
Por otra parte, promover un crecimiento basado en la demanda interna, el progreso técnico, una mayor eficiencia energética y una menor contaminación es más fácil de decir que de hacer. Algunos analistas consideran sin embargo que se ha dado un primer paso importante, esto es, que ya existe, por vez primera, una clara voluntad política para conseguir tales metas.
En cualquier caso, si el gobierno consigue reorientar la pauta de desarrollo de China en las direcciones a las que apunta el programa para 2006-2010, las implicaciones internacionales serán sustanciales, en asuntos como las fricciones comerciales, la demanda y los precios del petróleo o el impacto en el medioambiente global, entre otros.